La nueva Eva de la política chilena: el Partido Nacional Libertario nace de una «costilla» de Republicanos con un historial que parece sacado de un reality show

En el siempre fértil y, a veces, cómico, terreno de la política chilena, asistimos a un nuevo acto del «drama de la costilla». Como si de una épica bíblica moderna se tratara, donde Dios sacó a Eva de la costilla de Adán, nuestros partidos políticos parecen seguir un modelo de reproducción más parecido a la fisión binaria que a la concepción natural. De las costillas de los grandes dinosaurios políticos surgen, con mayor o menor fortuna, pequeños retoños que buscan su propio lugar bajo el sol. Y esta vez, la historia se repite con un giro irónico que no podemos ignorar.
El «milagro» de la escisión y el Partido Nacional Libertario
Todos conocemos la historia: la UDI nació, en su momento, de una costilla de Renovación Nacional, una suerte de Caín y Abel de la derecha chilena. Luego, el PS presenció cómo una de sus costillas más mediáticas, la de Marco Enríquez-Ominami, se desprendía para intentar ser un nuevo Adán político, aunque su Jardín del Edén no duró mucho. Y, para no perder el hilo de la tradición, el Partido Republicano —el mismo que ahora ve cómo le sacan una costilla— nació de la costilla de la UDI. Es decir, el «hijo» del «hijo» de la derecha ahora tiene a su propio «hijo», en un árbol genealógico político tan enredado como el de las series de televisión más complejas.
Ahora, el protagonista de nuestra historia es el Partido Republicano, ese ariete de la derecha que ha demostrado ser tan eficaz para levantar pasiones como para generar deserciones.
Y de una de sus costillas ha surgido el Partido Nacional Libertario, un vástago que, en lugar de buscar un camino radicalmente distinto, parece empeñado en seguir los pasos de su progenitor, pero con un toque de rebeldía adolescente. La ironía no reside en el hecho de la escisión en sí, sino en la calidad de los «frutos» que ha dado en nuestra región. Si la costilla republicana iba a ser la base de una nueva fuerza política, uno esperaría encontrar a los cerebros, a los estrategas, a la flor y nata de la disidencia.
Las «Evas» de la costilla: los casos de Verónica y Alejandra
Pero, como suele ocurrir en nuestra política, la realidad supera a la ficción y la ironía se viste de gala. En la región, dos candidatas han surgido de esta escisión, demostrando que a veces, cuando se «saca una costilla», se obtiene algo más parecido a un hueso de la suerte que a un ser completo y robusto.
El primer caso que nos llama la atención es el de Verónica Vega, ex militante republicana y, curiosamente, cercana al ex consejero regional expulsado, Iván Soto. La mera mención de Soto evoca recuerdos de controversias y decisiones que, para ser diplomáticos, no pasaron desapercibidas. Que una candidata para el Senado emerja de este contexto, bajo el paraguas de un partido recién nacido, es un síntoma de que la política de «costilla» a veces no busca a los mejores, sino a los que están disponibles, incluso si su historial no es precisamente inmaculado.
El segundo caso es el de la periodista Alejandra Carrasco, candidata a diputada que también fue militante republicana. Si bien su trayectoria es distinta a la de Vega, el hecho de que ambos casos, salidos de la misma «costilla», representen el nuevo rostro del Partido Nacional Libertario en la región, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de esta nueva fuerza.
No es que las candidatas sean ineptas o malintencionadas, no, ¡nada de eso! La ironía radica en que, en lugar de ofrecer una alternativa fresca, un nuevo camino, esta «costilla» parece haber reciclado a dos personajes que, por una u otra razón, no encontraron su lugar en el partido original. Es como si, al sacar la costilla, en lugar de crear a Eva, se hubiera creado a una versión un poco menos brillante de Adán, pero con las mismas ambiciones.
En definitiva, la historia de la política chilena nos enseña que las «costillas» siempre se desprenden, pero la calidad del «ser» que surge de ellas es lo que realmente importa. Y en este caso, la ironía es que el Partido Nacional Libertario parece estar construyendo su «Eva» con materiales que su «Adán» ya había desechado. El resultado es un drama con toques de comedia, donde el guion ya lo hemos visto, pero los actores, aunque nuevos, parecen interpretar el mismo papel. Y así, entre costillas y expulsiones, nuestra democracia sigue su curso, siempre dándonos material para una buena crónica.

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