La salud mental no empieza en una consulta, empieza en cómo vivimos

Hablar de salud mental no es hablar solo de psiquiatras o psicólogos.
Es hablar de cómo vivimos, cómo nos movemos y cómo trabajamos.

Porque no se puede tener buena salud mental si pasas tres horas al día en un transporte que no funciona, si temes caminar de noche por tu barrio, o si tu sueldo no alcanza para llegar a fin de mes.
El estrés, la ansiedad y la frustración no nacen solo en la mente: nacen en un país que no da tranquilidad para vivir.

Por eso, cuando hablamos de salud mental, debemos hablar también de:
Transporte digno, que reduzca la sobrecarga diaria y devuelva tiempo a las familias.
Trabajo estable y con sentido, que reconozca el esfuerzo y no agote la vida.
Seguridad en los barrios, que permita caminar, jugar, compartir y confiar.

La salud mental no se logra solo en una consulta, sino en la calidad de vida cotidiana.
Es el resultado de una sociedad que da oportunidades, que protege, que cuida.

Necesitamos una Ley Integral de Salud Mental que entienda esto: que no basta con tratar, hay que prevenir, acompañar y transformar los entornos que enferman.

Cuando hay transporte digno, trabajo justo y barrios seguros, la mente también respira.
Porque la verdadera salud mental se construye con justicia social, con humanidad y con esperanza.

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